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lunes, 27 de mayo de 2013

Palabras que hieren como navajas.


He entendido que entre el actuar y el sentir existe una línea muy delgada, que en un momento se puede estar sintiendo alegría y paz, y en el otro, de forma súbita, se puede sentir molestia.
He entendido que la paciencia, por más que uno como persona trate de extenderla, llegará a su final y se desbordará la ira. En momentos como ésos es mejor callar, alejarse, de lo contrario y aunque seas la víctima de la situación, pasarás automáticamente a ser el victimario.
Qué difícil es detenerlo una vez que ha comenzado. La ira ciega y ensordece, además de prácticamente extrae la coherencia, la consciencia. Al final se es poseído por ella, ni siquiera importan las acciones o las palabras.
Paciencia, es lo que falta. Paciencia y distancia. Porque cuando se está tan cerca de la razón por la cual pierdes la cabeza, la paciencia se agota tan rápido.
Al final, sólo queda agotamiento, confusión, desilusión. Queda un vacío donde antes estaba la alegría. Inexplicable, hiriente, el momento se hospeda de por vida en la mente. Palabras como navajas directamente en el pecho, un abismo en vez de cuerpo es como se siente.
Pero, lo peor no es cómo se siente, lo peor es saber que fuiste tú la causa de que la ira de alguien más terminara desatado. Por y hacia ti. Aún peor es saber que terminaste haciendo lo mismo y heriste a a quien más te importa.


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