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domingo, 27 de octubre de 2013

Intenté recatarme de todos esos cigarros que me fumé después de que te fueses, pero sólo quedaban cenizas.

Yo nunca supe olvidar a tiempo, ni abrir los ojos en los besos ni escribir nuestros nombres en los espejos llenos de polvo de los coches. Soy tan humana como mis errores. Tampoco supe nunca cómo enamorarme de alguien sin necesitar que esa persona me salvase. He seguido desafinando cantando en la ducha. El café se enfrío hace tiempo. Aceleré un día y tuve un accidente, y aquí sigo, abandonando en la cuneta, en el kilómetro no sé cuántos de tu casa. Podría correr hasta la próxima gasolinera para hacer una llamada de emergencia, el comodín de auxilio, pero se me quiebra la voz cada vez que intento pronunciar ''socorro''. Así que soy yo y mis monstruos, solo, batallando, tirando y aflojando de la cuerda de la que penden la estabilidad que necesito para seguir adelante. Rectifiqué mis errores hasta que se acabó la tinta del bolígrafo: la esperanza. Parece que a las rocas no les duela que las olas choquen contra ellas, pero terminan erosionándolas. Algo parecido me ocurre a mí. Sobrevivir no significa que no siga muriendo, corazón. He intentado por todos los medios posibles recatarme de las llamas de todos esos cigarros que me fumé después de que te fueses, pero sólo quedaban cenizas. No es que me diese cuenta tarde, es que la combustión empezó demasiado pronto. Comprendí entonces que las catástrofes se levantan temprano y que las alarmas no siempre nos despiertan a tiempo.
Cuando veo un avión surcar el cielo desearía estar en él e irme lejos. Lejos. Desaparecer o hacer que tú dejases de aparecerte en cada esquina de mis recuerdos, en las que te prostituyes gratuitamente cada noche, cuando dormir me lleva a soñar contigo y a despertar echándote de menos. Ya no me queda piel donde puedas clavarme tus espinas. A algunas personas un clavo saca a otro clavo; a otras se les van acumulando, como si fuesen cicatrices. Me voy a subir al próximo tren que llegue, sin importar a dónde va o si algún día vuelve, porque estas cuatro paredes me recuerdan a ti y a esas posturas del kamasutra emocional que practicábamos no hace mucho. Tu sonreías y yo intentaba que no me brillasen los ojos. O me cogías de la mano e intentaba no temblar demasiado. Es una putada que el mundo ya no crea tanto en el amor.
Debería volver a las hojas en blanco y a escribir poemas en ellas. Debería.
Pero el problema es queno sé salir de las cosas sino es jodiéndome hasta el fondo, como si la única forma que tuviese de escapar fuese perdiéndom

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